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La necesidad de fumigar surge cuando una o varias plagas se hacen persistentes o recurrentes, o cuando deseamos realizar tareas de prevensión.

Uno no piensa en fumigar cuando ve un mosquito que entró por casualidad.
Tampoco piensa en fumigar cuando ve una hormiga o una cucaracha que entró por la ventana.

Pero si los mosquitos abundan en el jardín todos los días, ya deberíamos pensar en fumigar.

Si vemos unas cucarachas en la alacena de la cocina, sabemos que no están solas, que debe haber un nido y que hay riesgo de contaminación, entonces pensamos en fumigar.

O puede ser que veamos un solo individuo de una plaga, pero tan perjudicial que con solo ver un ejemplar pensemos en realizar una fumigación. Por ejemplo si vemos una rata, o un escorpión (comúnmente llamado alacrán), una araña laxoceles, o una vinchuca.

En estos casos no dudamos, ya que uno solo de estos ejemplares, pueden producir tanto daño que no dudamos en llamar a una empresa para fumigar.

Muchas veces, por razones de prevención también es recomendable fumigar.

Por ejemplo en zonas sensibles con gran atracción para las plagas, como son los lugares de elaboración de alimentos. Aquí debemos accionar preventivamente y fumigar con una periodicidad suficiente para mantener libre de plagas estas zonas.

Otros lugares son los que están muy expuestos al contagio, como los departamentos en los consorcios, que por estar conectados con las cañerías y ventilaciones, tienen infecciones recurrentes. Por tanto también es necesario fumigar periódicamente en forma preventiva.

También se debe fumigar periódicamente en forma preventiva, en escuelas, clínicas, empresas, industrias, y otros lugares dónde el movimiento, la densidad y/o sensibilidad de la población, hace necesario la fumigación periódica.